En aguas frente a las costas de Carolina del Norte, en el Santuario Marino Nacional Flower Garden Banks, en el Golfo de México, pilares de acero que soportan una plataforma petrolera forman un arrecife vertical incrustado de esponjas tubo (der.).
Por Stephen Harrigan / Fotografías de David Doubilet
Al General Hoyt S. Vandenberg le llevó apenas poco más dos minutos hundirse en el fondo del océano. Una mañana despejada de mayo de 2009, a 11 kilómetros de Cayo Hueso, Florida, una serie de estruendos apagados hicieron erupción desde el interior del casco del navío, donde se habían colocado en sus profundidades 46 cargas explosivas por debajo de la línea de flotación. El penetrante olor a pólvora se dispersó en la brisa y comenzó a elevarse un velo oscuro de humo negro; sin embargo, durante un momento prolongado el barco no pareció registrar la sacudida. Permaneció a flote, con sus 159 metros de eslora, un casco oxidado, retirado de servicio, y dos antenas de radar inservibles que dominaban sobre la superficie del mar.
Entonces, mientras los helicópteros de los noticiarios describían círculos en el aire y un grupo de curiosos miraban desde embarcaciones que holgazaneaban más allá de la zona de las detonaciones, el Vandenberg descendió lentamente en el Atlántico, permaneciendo perfectamente horizontal hasta que por fin la proa se inclinó y la popa se elevó, sin dejar nada más que una extensión de agua blanca. “¡Esta tarde habrá peces viviendo en esos restos!”, señaló Joe Weatherby, el hombre que encabezó el enorme proyecto de hundir el Vandenberg y convertirlo, con el paso del tiempo, en un arrecife artificial que atraería a buzos y pescadores a Cayo Hueso.
Ciertamente, el Vandenberg no es el primer barco en ser hundido de manera deliberada para crear un arrecife artificial. Las aguas frente a los Cayos de Florida se han convertido en panteón de los guardacostas Duane y Bibb, así como del buque de desembarco de la marina de Estados Unidos Spiegel Grove, y en el fondo arenoso, unos 30 kilómetros mar adentro desde Pensacola, se halla un portaaviones completo, el USS Oriskany, el mayor barco hundido de manera intencional para crear un arrecife artificial. Se han sumergido, o para emplear la jerga adecuada, desplegado, decenas de buques de carga de la Segunda Guerra Mundial, conocidos como Barcos de la Libertad, a todo lo largo de las costas del Golfo de México, el Atlántico y el Pacífico.
Personas de todo el mundo saben desde hace mucho que los sitios de naufragios son lugares excelentes para la pesca y, por lo menos desde los años treinta del siglo xix, los pescadores estadounidenses construyeron arrecifes artificiales ex profeso con troncos entrelazados. En nuestra época, los materiales de los arrecifes “hágalo usted mismo” han tendido a ser cachivaches descartados: refrigeradores viejos, carritos de compras, automóviles abandonados, máquinas expendedoras descompuestas. Casi cualquier cosa que pueda hundirse tiene posibilidades de convertirse en un arrecife artificial. Incluso los sancionados oficialmente han sido creados con materiales a todas luces raros, como vagones de metro retirados de servicio, tanques antiguos, transportes blindados de personal, plataformas de perforación petrolera, así como módulos parecidos a colmenas, especialmente diseñados, denominados Reef Balls (bolas de arrecife).
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